El turismo gay, ¿a favor o en contra?
No se puede decir que Barcelona sea una ciudad desconocida para el mundo del turismo, pues hace años que es un destino elegido y preferido por miles de españoles y extranjeros para pasar sus días de vacaciones. No es para menos, por otra parte, ya que la ciudad tiene numerosos encantos y focos de interés para que cualquiera pueda sentirse atrapado por ella; si buscas diversión, o tienes inquietudes culturales, intelectuales o laborales, seguro que visitando la ciudad condal podrás sentirte más que satisfecho.
Desde luego, el verano es una época en donde todos los que visitan Barcelona vayan buscando, como es normal, diversiones relacionadas con la estación, aprovechando que están de asueto por unos cuantos días nada más; y en los últimos años, la fama de ciudad abierta que ha adquirido la ciudad, ha provocado que la gran mayoría de esas diversiones estén dirigidas a un público homosexual, lo que ha hecho que se convierta en una de las capitales mediterráneas del turismo LGTBI donde incluso poder ver porno transexuales. No es una leyenda urbana ni mucho menos: sobre todo para los gays, Barcelona significa un montón de oportunidades de ocio y diversión a destajo, sobre todo si las quieres disfrutar en pareja, pudiendo encontrar desde bares de ambiente hasta hoteles swingers, fiestas en exclusiva e incluso cruceros para disfrutarlos, como se diría coloquialmente, para disfrutarlos con tu churri (aunque en este caso no sea una «ella, sino un «él»).
Nada que objetar a la diversión sana, sea orientada a un sexo, al otro, a los dos o a ninguno, e incluso al de enmedio, pero ¿realmente es sana para Barcelona esa fama de ciudad hecha para maricones? No es que a mí, precisamente por ser gay, me preocupe o me moleste, pero veo que las autoridades lo toman con mucha tranquilidad también, y, no sé, como con todo, el exceso nunca es bueno. La capital autónoma tiene bastantes centros de interés que podrían ser publicitados ante los turistas de todo el mundo más allá de la condición sexual de nadie, pero parece que esto último es lo que de verdad atrae a los visitantes, mucho más numerosos por este motivo que por todos los demás encantos que pueda poseer. ¿Sería hora de pensar en ello, o nos dejaremos llevar por el fenómeno que, por otra parte, podría desaparecer en menos que canta un gallo, por cualquier motivo?